Body: | El Homicidio y el Enojo
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"Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que
matare será culpable de juicio. Pero yo os digo que cualquiera que se
enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga:
Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le
diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego. Por tanto, si traes tu
ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra
ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate con tu
hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda. Ponte de acuerdo con tu
adversario pronto, entre tanto que estás con él en el camino, no sea que
el adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas echado en
la cárcel. De cierto te digo que no saldrás de allí, hasta que pagues el
último cuadrante" (Mat. 5:21-26).
Uno no puede esperar agua pura de una fuente contaminada
(comp. Sant. 3:11). Nadie puede esperar servir a Dios aceptablemente con un
corazón lleno de maldad. La ley de Moisés principalmente trató con las
acciones exteriores de los hombres. La ley de Cristo es superior en que
principalmente trata con el corazón, la fuente de toda conducta, sea buena
o mala (comp. Mat. 12:33-35). La enseñanza del Maestro con respecto al
homicidio y el enojo ilustra bien esta diferencia entre los dos pactos.
¿Cuál es el significado de la lección de Jesús acerca del homicidio y
el enojo?
Para entender la ley del Señor sobre este punto, debemos
familiarizarnos con las regulaciones del Antiguo Testamento que Cristo
reemplazó. ¿Qué homicidios prohibía la ley de Moisés? Accidentalmente
tomando la vida de otra persona no era homicidio prohibido por Moisés
(Núm. 35:22-25). Ni la ley contra el asesinato incluía la administración
de la pena de muerte en un caso legal de justa causa, en vista de que el
Antiguo Testamento demandaba la pena de muerte al menos para once crímenes
(homicidio - Ex. 21:12-14; parricidio o matricidio - Ex. 21:15; secuestro -
Ex. 21:16; maldecir a los padres - Ex. 21:17; homicidio sin premeditación
de una mujer embarazada o de su hijo a un no nacido - Ex. 21:22-23; el
descuido malicioso - Ex. 21:28-29; la brujería - Ex. 22:18; la
bestialidad- Ex. 22:19; la idolatría - Ex. 22:20; la violación - Deut.
22:25-27; y la blasfemia - Lev. 24:15-16. Ni el mandamiento, "No matarás,"
incluye tomar la vida de otro en legítima batalla, en vista de que las
huestes del Señor llevaron a Su pueblo, Israel, a la batalla (por ej.,
Núm. 31:1-5; 1 Sam. 15:1-3). Mas bien, la ley contra el matar prohibía el
asesinato, eso es, tomar la vida de otro humano ilegalmente (fuera ley
humana o divina) y con malicia y /o premeditación (comp. Núm.
35:16-21). Bajo la ley de Moisés, el culpable de muerte
estaba "en peligro de juicio." En otras palabras, acorde a este correcto
comentario de los rabinos, el cual habían añadido a la ley, el homicida
debía ser traído ante la corte del pueblo. Jehová especificó el castigo
para el homicida - la muerte. Pero le dejó al pueblo organizar cortes para
juzgar los casos (comp. Deut. 16:18). Cada ciudad o pueblo de los Judíos
tenía una corte de ancianos, usualmente compuesta de siete hombres, la
cual era la corte mas baja en sus sistema judicial. Los casos podían ir de
estos al Sanedrín en Jerusalén.
¿Cómo cambió Cristo Jesús esta ley? El no cambió la
definición de homicidio. Hasta donde la acción exterior este implicada,
el señor aceptó la definición de homicidio dada por la ley de Moisés.
Por tanto, como el homicidio accidental de otro humano, la ejecución justa
y lícita de la pena capital y la lucha justa no eran homicidio bajo la ley
del Antiguo Testamento, tampoco lo son bajo el Nuevo Testamento. Como el
tomar la vida de otro humano ilícitamente con malicia y/o premeditación
era prohibido por Moisés, del mismo modo lo es para Cristo. Pero la
diferencia entre los dos pactos es que Jesús no simplemente condenó la
ofensa o transgresión premeditada del homicidio mismo. El va a la misma
raíz y fuente del pecado y prohibe la actitud del corazón y las palabras
que llevan al crimen exterior.
En la proclamación de Su ley, el Señor Jesús trató con la
naturaleza progresiva del pecado. El habla de tres grados de pecado, cada
paso mas cercano al acto exterior del homicidio. "...cualquiera que se
enoje contra su hermano, será culpable de juicio..." ¿Qué es lo que
Jesús condena aquí?
No todo enojo es malo. "...Dios está airado..." (Sal. 7:11).
Jesús se enojo (Marcos 3:5). Los Cristianos pueden enojarse sin pecar
(Efe. 4:26). Hay diferentes clases de enojo. Una palabra Griega describe el
enojo a lo que rápida y quizás violentamente surgió y exactamente tan
rápidamente se apaciguó. Otro término (el usado aquí) indica "ira de
larga vida;...el enojo del hombre que alimenta su ira para guardarla
tibia;...el enojo sobre el cual una persona incuba y que él no permitirá
morir" (William Barclay, The Daily Study Bible, Vol. I, The Gospel of
Matthew, Capítulos 1 al 10, (Filadelfia, 1958), p. 135). El enojo que no
estará satisfecho, que no "perdonará y olvidara," que continúa hasta
enconarse como una llaga, es un pecado mortal. La frase calificadora "sin
causa" esta ausente de la Reina-Valera (pero aparece en la Versión
Moderna), haciendo de todo como inquinas humeantes, son con o sin causa,
pecaminoso. Pablo amonesta: "...no se ponga el sol sobre vuestro enojo"
(Efe. 4:26).
También pecaminosa es la ira que se expresa así misma en
palabras rencorosas y malévolas. "...y cualquiera que diga: Necio, a su
hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo,
quedará expuesto al infierno de fuego." "Necio" (Griego - raká) era un
término arrogante por medio del cual los Judíos expresaban menosprecio
por alguien quien consideraban ser "insensato" o "cabeza vacía" (J.H.
Thayer, Greek-English Lexicon of the New Testament (Chicago, 1889), pág.
561). Es un menosprecio a la inteligencia del hombre. La palabra "fatuo" no
sólo impugna el intelecto de un hombre; era un ataque sobre su carácter.
Era el término describiendo a uno que era "moralmente despreciable" (W.E.
Vine, II, 114).
Como el Señor expresó una progresión del pecado, también
expresó una progresión del castigo. Figurativamente usó las formas
Judías de castigo judicial para enseñar el juicio divino. El que tiene
rencor es culpable de "juicio," eso es, el juicio por la corte local. El
que llame a su hermano, "Necio," es "culpable ante el concilio," eso es, el
Sanedrín Judío, la Corte Suprema de los 70 ancianos reverenciados en
Jerusalén. El que profiera el epíteto de "Fatuo," hacia su hermano
"quedará expuesto al infierno de fuego."
Aun el término "infierno de fuego" es derivado de un fondo
Judío. El terrible Valle de Hinom en las afueras de Jerusalén, en donde
los bebés habían sido quemados en adoración al dios ídolo Moloc (comp.
2 Rey. 16:3), era el receptáculo para los desperdicios de la ciudad, y el
fuego encendido constantemente acentuaba lo repugnante de este hueco de
inmundicia. El término es usado apropiadamente en el Nuevo Testamento para
describir el infierno, el lugar de castigo eterno de los pecadores (comp.
Mat. 10:28).El Señor Jesús no enseñó que estos pecados literalmente
llevan el proceso Judío de la ley. Mas bien, usa estos procesos
figurativamente para enseñar el juicio divino sobre el enojo ardiente y
las palabras airadas. De esta manera, el Maestro reconoce en su doctrina la
naturaleza progresiva del pecado: el enojo ardiente, el lenguaje
despectivo, el lenguaje malicioso contra el carácter de uno, el homicidio.
El va a la raíz de la cizaña y ordena que aún aquellos que practican los
primeros tres pasos figuren entre los castigados por Dios.
El Maestro también ha enseñado la importancia de remover
toda malicia de nuestros corazones hacia los demás. Pero, ¿qué si
alguien está enojado conmigo, sea justa o injustamente? ¿Simplemente
debería tener la actitud de que, en vista de que no tengo mala voluntad
hacia él, entonces no tengo ninguna obligación? Al contrario, es tan
vital que yo busque reconciliarme con aquel que tiene malicia hacia mi que
esto tiene prioridad sobre la adoración pública.
"Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas
de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del
altar, y anda, reconcíliate con tu hermano y entonces ven y presenta tu
ofrenda" (Mat. 5:23-24).
Nuevamente el Señor emplea las prácticas Judías para
enseñar una lección a Sus propios discípulos. La "ofrenda" era el
sacrificio; el "altar" era el altar de los holocaustos en la corte del
Templo en Jerusalén. Uno podría haber estado en la línea por horas
esperando su turno para darle al sacerdote la víctima del sacrificio. Pero
si se acordaba que alguien tenia "algo" contra él, primero debía buscar
obtener de regreso su amistad, y luego adorar al Señor. Uno no puede estar
bien con Dios mientras esta mal con su prójimo (comp. 1 Juan 4:20). Hay un
verdadero peligro en pensar que podemos cubrir nuestras injusticias hacia
los demás por medio de adorar al Padre. Esta era una actitud común de los
Judíos (comp. Mat. 15:1-9). Pero Dios no aceptará nuestra veneración si
somos culpables de actitudes incorrectas hacia los demás (comp. Isa.
1:15). Una persona que reverencia a Dios mientras su hermano tiene algo
contra él, a no ser que haya un esfuerzo sincero por reconciliarse con ese
hermano, es un hipócrita, y su adoración es vana. La relación correcta
hacia nuestro prójimo debe preceder aun la veneración a Dios (comp. Mat.
9:13).
Nótese, el Maestro no enseña que debiéramos únicamente
buscar ser reconciliados con aquel que tiene una queja contra nosotros. Si
él tiene algo en absoluto que le haga rechazarnos, aun un mal imaginado,
deberíamos ir y buscarlo para reconciliarnos.
El Maestro entonces declaró una corta parábola para
ilustrar la urgencia de ser reconciliados con un hermano enojado.
"Ponte de acuerdo con tu adversario pronto, entre tanto que
está en el camino, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez
al alguacil, y seas echado en la cárcel. De cierto te digo que no saldrás
de allí, hasta que pagues el último cuadrante" (Mat. 5:25-26). La
ilustración es de un juicio. El "adversario" de uno sería su oponente
ante la ley. El, el acreedor, busca satisfacción en la corte contra usted,
el deudor. Bajo la ley Romana, el adversario y el acusado venían a la
corte juntos. En algún momento antes de que los procedimientos formales se
iniciaran, el acusado podía hacer un arreglo con su adversario por
cualquier cosa que él aceptara. Pero una vez que los procedimientos de la
corte estaban en camino, el asunto tenía que ser arreglado por la ley. El
"alguacil" sería el oficial de la corte que tenía el poder para ponerlo a
uno en la cárcel. La referencia es al encarcelamiento del deudor, lo cual
es común hasta los días modernos. Un acreedor podrá tener un deudor
arrojado en la cárcel hasta que la deuda sea pagada por completo. Por
supuesto, esto a menudo significa encarcelamiento permanente. El
"cuadrante" era la moneda Romana más pequeña. Representaba la más
pequeña porción de deuda. Una vez que el proceso judicial había
empezado, la deuda entera tendría que ser pagada. Jesús sabiamente
advierte al acusado que arregle el asunto "rápidamente," antes de que sea
llevado a la corte. Debiera buscar ganar a su adversario por medio de
mostrarle buena voluntad y voluntaria, honrada, y totalmente arreglar la
deuda. No debiera ser obstinado e intratable.
Esta es una gran lección, aun en el campo civil (comp. Prov. 6:1-5; Rom.
12:18; 1 Cor. 6:1-8). He sabido de hermanos que parecen amar arreglar sus
diferencias en la corte y que están constantemente implicados en procesos
legales. Debieran tomar nota de esto.
Pero la verdadera lección es en lo que ilustra la parábola.
Si usted ha agraviado a otro, o si el otro aún se imagina que usted lo ha
hecho, el momento para la reconciliación es ahora. Busque su amistad
rápidamente. La demora sólo puede hacer que empeore el asunto, quizás
causando que usted pierda un amigo o un hermano, o aun peor, haciendo que
el Juez del universo lo arroje al infierno
Un principio básico de la ley de Cristo es que todos los
pecados están enraizados en una actitud incorrecta del corazón. De esta
manera, Cristo no estar satisfecho si únicamente los actos exteriores son
los correctos. El demanda obediencia "de corazón" (Rom. 6:17). Debemos
cuidadosamente limpiar nuestros corazones del enojo humeante, del rencor, y
limpiar nuestras lenguas de las palabras airadas. Debemos diligentemente
enseñarle a nuestros hijos a no guardar rencor contra sus compañeros de
juego y a no llamarlos con nombres insultantes.
¿Un amigo o hermano tiene algo contra usted, sea un rencor
justo o imaginado? No espere hasta que el venga donde usted. Vaya donde
él. No se demore. Vaya ahora. "Si es posible, en cuanto dependa de
vosotros, estad en paz con todos los hombres" (Rom. 12:18).
Por Keith Sharp
(Traducido por Jaime Restrepo)
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