La Deidad de Cristo
(Capítulo 4, La Co-igual Deidad de Jesucristo con la del Padre Eterno)
La Biblia, prueba de igual manera en el Antiguo y Nuevo Testamento, la co-igual Deidad de Jesucristo con la del Padre Eterno:
- Por la comparación de los atributos, la majestad, y las declaraciones del Padre y del Hijo.
- Por las apariciones de Dios a los santos del Antiguo Testamento.
- Por la adoración directa y Divina dada Cristo.
- Por la conjunción de los oficios Divinos del Padre y el Hijo.
- Por las afirmaciones explícitas de que Cristo es Jehová y Dios.
Y aquí le pediré a usted además una aplicación honesta de ese gran principio de la erudición celestial, "... acomodando lo espiritual a lo espiritual" (1 Cor. 2:13). Porque exactamente como es en álgebra, de la combinación de dos cantidades conocidas se encuentra la desconocida; por tanto, en la investigación de las Escrituras, aquellos estudiantes humildes que devotamente las comparan y combinan, sabrán "... lo que Dios nos ha concedido" (1 Cor. 2:12-13).
(1) Primero colocaré lado a lado el testimonio de la Escritura para los atributos, la majestad, y las afirmaciones del Padre y el Hijo. He ejercido una rígida cautela en los versículos aducidos en el testimonio de Cristo, colocando muchos a un lado porque creo plenamente que dan testimonio de él. Pero, si después de una investigación sincera usted piensa que uno, o mas de uno, no son aplicables al Mesías, le pido que marque con su lápiz aquellos que le pudieran parecer aun ambiguos. Algunos de estos están discutidos o ilustrados en otras porciones de este libro, y serán fácilmente encontrados por una referencia al índice. En algunos de los pasajes de la columna de la izquierda, creo que la referencia primaria no es al Padre sino al Hijo; pero esto no invalida el testimonio que es derivado de ellos, como en cada caso el testimonio es dicho que es de Dios, o del Señor Jehová; y nadie que niegue la Deidad de Cristo, podrá sostener, que un solo pasaje allí aducido designa al Mesías, sin contradecirse a sí mismo. Honestamente pido su calma a medida que proceda, para sufrir el completo peso de estas solemnes palabras para que reposen en su mente y memoria, "Yo Jehová; este es mi nombre; y a otro no daré mi gloria..." (Isaías 42:8).
Testimonio Bíblico de Dios, el Padre, o de Dios Absolutamente |
Testimonio Bíblico de Cristo |
Testimonio Bíblico de Dios, el Padre, o de Dios Absolutamente |
Testimonio Bíblico de Cristo |
1 "... desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios" - Salmo 90-2. "Firme es tu trono desde entonces; Tú eres eternamente" - Salmo 93:2. "... Yo soy el primero, y yo soy el postrero, y fuera de mí no hay Dios". - Isaías 44:6 |
1 "... y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad" - Miqueas 5:2. "Mas del Hijo Dice: Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo..." - Heb. 1:8. "... yo soy el primero y el último; y el que vivo, y estuve muerto..." - Apoc. 1:17-18. |
12 "... su reino domina sobre todos..." - Sal. 103:19. "Y el Señor será rey sobre toda la tierra; aquel día el Señor será uno, y uno su nombre" - Zacarías 14:9 [Biblia de las Américas]. "Y conozcan que tu nombre es Jehová; Tú solo Altísimo sobre toda la tierra" - Sal. 83:18. |
12 "... este es Señor de todos" - Hechos 10:36. "Para nosotros, sin embargo, sólo hay ... un Señor, Jesucristo, por medio del cual son todas las cosas..." - 1 Cor. 8:6. "Por lo cual Dios ... le dio un nombre que es sobre todo nombre" - Filip. 2:9. |
2 "... ¿No lleno yo, dice Jehová, el cielo y la tierra?" - Jer. 23:24. "Y Jehová va delante de ti; él estará contigo ... no temas ni te intimides" - Deut. 31:8. |
2 "El que descendió, es el mismo que también subió por encima de todos los cielos para llenarlo todo" - Efe. 4:10. "... he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo" - Mateo 28:20. |
13 "Sobre los malos hará llover calamidades; fuego, azufre y viento abrasador ..." - Sal. 11:6. "... Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor" - Rom. 12:19. "... el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios" - Rom. 2:5. |
13 "... cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, en llama de fuego ... para dar retribución a los que no conocieron a Dios ..." - 2 Tesal 1:7-8. "... y de la ira del Cordero; porque el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?" - Apoc. 6:16-17. |
3 "Porque yo Jehová no cambio ..." - Malaquías 3:6. |
3 "Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos" - Heb. 13:8. |
14 "He aquí que Jehová el Señor vendrá con poder, y su brazo señoreará; he aquí que su recompensa viene con él..." - Isa. 40:10. "... porque tú pagas a cada uno conforme a su obra" - Sal. 62:12. |
14 "He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo ... para recompensar a cada uno según su obra" - Apoc. 22:12. |
4 "... Yo soy el Dios Todopoderoso..." - Gén. 17:1. "Todo lo que Jehová quiere, lo hace, en los cielos y en la tierra..." - Salmo 135:6. |
4 "Yo soy ... el Todopoderoso" - Apoc. 1:8. "... todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente" - Juan 5:19. |
15 "¿A qué, pues, haréis semejante a Dios ..." - Isa. 40:18. "... el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado" - Juan 17:3. |
15 "El es la imagen del Dios invisible..." - Col. 1:15. "... su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna" - 1 Juan 5:20. |
5 "¿Descubrirás tú los secretos de Dios? ..." - Job 11:7. "Así como el Padre me conoce ..." - Juan 10:15. "¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos!" - Rom. 11:33. "... y tus pisadas no fueron conocidas" - Sal. 77:19. |
5 "... nadie conoce al Hijo, sino el Padre ..." - Mat. 11:27. "... yo conozco al Padre ..." - Juan 10:15. "... de las inescrutables riquezas de Cristo" - Efe. 3:8. "... el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento ..." - Efe. 3:19. |
16 "A Jehová tu Dios ... a él seguirás..." - Deut. 10:20. "... de mí será hallado tu fruto" - Oseas 14:8. |
16 "Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí... porque separados de mí nada podéis hacer" - Juan 15:4-5. |
6 "Porque yo Jehová, Dios tuyo, el Santo de Israel ..." - Isa. 43:3. "... Dios de verdad, y sin ninguna iniquidad en él ..." - Deut. 32:4. |
6 "... negasteis al Santo y al Justo..." - Hch. 3:14. "... Yo soy ... la verdad ..." - Juan 14:6. "... sin pecado" - Heb. 4:15. |
17 "... susténtame según tu palabra" - Sal. 119:28. |
17 "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece" - Filip. 4:13. |
7 "En el principio creó Dios los cielos y la tierra" - Gén. 1:1. "Así dice Jehová, tu Redentor, que te formó desde el vientre: Yo Jehová, que lo hago todo, que extiendo solo los cielos, que extiendo la tierra por mí mismo" - Isa. 44:24. "Todas las cosas ha hecho Jehová para sí mismo ..." - Prov. 16:4. |
7 "En el principio era el Verbo ... Todas las cosas por él fueron hechas ..." - Juan 1:1-2. "Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados; todo fue creado por medio de él y para él" - Col. 1:16. |
18 "... Señor ... mi esperanza está en ti" - Sal. 39:7. "Bendito el varón que confía en Jehová, y cuya confianza es Jehová" - Jer. 17:7. |
18 "... y del Señor Jesucristo nuestra esperanza" - 1 Tim. 1:1. "... bienaventurados todos los que en él confían" - Sal. 2:12. "... Cristo en vosotros, la esperanza de gloria" - Col. 1:27. |
8 "... tú vivificas todas estas cosas..." - Neh. 9:6. "Porque en él vivimos ..." - Hch. 17:28. |
8 "... todas las cosas en él subsisten" - Col. 1:17. "... porque yo vivo, vosotros también viviréis" - Juan 14:19. |
19 "Con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas estarás seguro..." - Sal. 91:4. |
19 "... ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta a sus polluelos debajo de sus alas..." - Mat. 23:37. |
9 "... Rey de reyes, y Señor de señores" - 1 Tim. 6:15. "Tu reino es de todos lo siglos, y tu señorío en todas las generaciones" - Salmo 135:13. |
9 "... Rey de reyes y Señor de señores" - Apoc. 19:16. "... su dominio es dominio eterno... y su reino uno que no será destruido" - Dan. 7:14. |
20 "Yo, yo Jehová, y fuera de mí no hay quien salve. "- Isa. 43:11. |
20 "... Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados" - Mat. 1:21. "... Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores ..." - 1 Tim. 1:15. "Antes creemos que por gracia del Señor Jesús seremos salvos ..." - Hechos 15:11. "... vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen" - Heb. 5:9. "... por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios ..." - Heb. 7:25. "... a Jesús, quien los libra de la ira venidera" - 1 Tesal. 1:10. "... de nuestro Señor y Salvador Jesucristo ..." - 2 Ped. 3:18. "Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre..., en que podamos ser salvos" - Hch. 4:12. |
10 "... (porque sólo tú conoces el corazón de todos los hijos de los hombres)" - 1 Rey. 8:39. |
10 "... y todas las iglesias sabrán que yo soy el que escudriña la mente y el corazón ..." - Apoc. 2:23. |
21 "... y conocerá todo hombre que yo Jehová soy Salvador tuyo, y Redentor tuyo, el Fuerte de Jacob" - Isa. 49:26. |
21 "... de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, para redimirnos de toda iniquidad..." - Tito 2:13-14. |
11 "... El Juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo?" - Gén. 18:25. |
11 "... es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo ..." - 2 Cor. 5:10. |
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Examinemos estos pasajes con oración. Aquí la Escritura afirma, que el Padre es eterno, y al Hijo eterno. Ahora, el que es desde la eternidad, necesariamente debe ser Dios. Pero no hay dos Dioses. Por tanto, el Hijo es uno con Dios, y es Dios.
De igual forma, la Escritura afirma que el Hijo, igualmente con el Padre, es el primero y el último; es omnipresente, inmutable, todopoderoso; es incomprensible, absolutamente santo, indefectible; es el Creador, Preservador y Gobernador de todas las cosas en el cielo y en la tierra; es el Escudriñador de todos los corazones; el Juez final, y el Recompensador de la vida y muerte eterna. Ahora, el que posee tales dominios y ejerce tales funciones, necesariamente debe ser Dios. Pero no hay dos Dioses. Por tanto, el Hijo es uno con Dios, y es Dios.
Por tanto, de igual manera la Escritura afirma, que para el Hijo, igualmente con el Padre, Su pueblo está unido, y permanece en él, de él sacan su fortaleza, y en él reposa su esperanza y confianza; que el Hijo, igualmente con el Padre, es el único Salvador y Redentor de la humanidad; que mirando al Hijo, igualmente con el Padre, los pecadores son perdonados y las almas son salvas; que al Padre supereminente, e igualmente al Hijo supereminente, se doblará toda rodilla; que el Hijo, igualmente con el Padre, es la justicia, fortaleza y roca, el Pastor y Maestro de su pueblo en la tierra, y recibirán Su gloria; que el Hijo, igualmente con el Padre, afirma la suprema confianza de todos, y es para aquellos que creen en El, el Autor de gozo inefable y de la salvación eterna. Ahora, quien es el objeto de tal confianza fundamental, homenaje y deleite, necesariamente debe ser Dios. Pero no hay dos Dioses. Por tanto, el Hijo es uno con Dios y es Dios.
O, ponga la verdad en otra luz, si se le pidiera que nombrara las relaciones más marcadas que la Escritura presenta del sumo Dios como dirigiéndose a su pueblo, usted contestaría instintivamente y sin vacilación, aquellas de Creador, Preservador, Redentor, Salvador, Señor, Pastor, Rey, Juez, y Padre. Y no obstante, leemos de Jesucristo, como hemos visto en los pasajes anteriores, sosteniendo todos estos oficios. ¿No es él nuestro Creador, cuando "... todas las cosas, las que hay en los cielos, y las que hay en la tierra ...", por él fueron creadas? ¿No es el nuestro Preservador, cuando "todas las cosas en él subsisten"? (Col. 1:16-17). ¿No es él nuestro Redentor, viendo que "Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición"? (Gál. 3:13). ¿No son Salvador y Señor sus nombres distintivos? ¿No es enfáticamente el Príncipe de los pastores? ¿No es el Cordero nuestro Rey, cuando él es Señor de señores y Rey de reyes? ¿No es él nuestro Juez cuando "... todos comparezcamos al tribunal de Cristo"? (2 Cor. 5:10). Y, finalmente, no lleva él la relación de Padre con su pueblo cuando ve en ellos Su semilla, el afán de Su alma, y está satisfecho, cuando los llama hijos; y cuando los presentará al fin delante del trono, diciendo, "He aquí, yo y los hijos que Dios me dio"? (Heb. 2:13). Exactamente como si usted tomara solamente aquellos pasajes que se refieren al Padre bajo estas características, usted podría sin mucha investigación haber concluido que solo El, sin el Hijo, tiene estos oficios de amor. Así, de igual manera, si usted fuera a tomar aquellos pasajes que se relacionan con el Hijo, podría haber inferido prematuramente, que solo Jesucristo, sin el Padre, era el Creador, Preservador, Redentor, Salvador, Señor, Pastor, Rey, Juez, y Padre de su pueblo.
Estos pasajes son ampliamente suficientes para llevar el peso de esta solemne conclusión, y podría con bendecida expectación preguntar - "¿Cree usted ahora en el Hijo de Dios?". Pero abundante e independiente, la evidencia permanece.
(2) Pero las apariciones de Jehová a los santos del Antiguo Testamento, tomadas en conexión con la afirmación a Moisés, "No podrás ver mi rostro; porque no me verá hombre, y vivirá" (Ex. 33:20), y con la declaración paralela del Nuevo Testamento, "A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer" (Juan 1:18), indica que el que de esta manera se manifestó a sí mismo, era el Señor Jesús. Es verdad que en Juan 1:18, la afirmación es general, nadie. Pero en 1 Timoteo 6:15, es expresado "... a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver ..."
Ahora, Jacob dice: "... Vi a Dios cara a cara, y fue librada mi alma" (Gén. 32:20), y esto después de luchar toda la noche en tangible conflicto con Uno ahora llamado hombre, ahora el ángel, ahora Dios, ahora Jehová Dios de los ejércitos. Los ancianos vieron al Dios de Israel. A Moisés, el Señor le habló cara a cara, como habla un hombre con su amigo. Josué conversó con el adorable capitán del ejército de Jehová. Manoa temió, diciendo, "Ciertamente moriremos, porque a Dios hemos visto" (Josué 5:15; Comp. Ex. 3:5; Jueces 13:22). Isaías clamó, "... ¡Ay de mí! que soy muerto ... han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos" (Isaías 6:5). Del mensaje luego registrado, nos es dicho expresamente - "Isaías dijo esto cuando vio su gloria, y habló acerca de él" (Juan 12:41).
Estos son solamente pasajes seleccionados. Hay muchos otros (compare Génesis 18:1-2 con 17; Gén. 31:11 con 13; Gén. 48:15 con 16; Exodo 3:2 con 4:6; Exodo 13:21 con 14:10; Jueces 6:12 con el 14 y el 22 con el 23) en los cuales el que aparece bajo la forma de ángel o de hombre, es declarado, en el contexto inmediato, que es Dios, o Jehová. ¿Quién, pregunto, era este ser misterioso? El Angel, o el Enviado; a quien el Señor llama "mi presencia" (Ex. 33:14); la visible similitud de Jehová; un Angel de quien el Señor dice: "... Guárdate delante de él, y oye su voz; no le seas rebelde; porque él no perdonará vuestra rebelión, porque mi nombre está en él" (Exodo 23:20-21). Este claramente no podría ser el Padre, porque ningún hombre lo ha visto en ningún momento, o puede verlo y seguir viviendo. Pero el que apareció es declarado que es Jehová y Dios. ¿No estamos obligados a reconocer que él era el Verbo Divino, el Hijo, la brillantez de la gloria de Su Padre, la imagen misma de Su persona? Por tanto, el Verbo es Jehová Dios.
(3) Esto es establecido además por la consideración de las Escrituras que ratifican la oración a Cristo, y los mandamientos de la más alta adoración son dados a El.
Con respecto a lo que ha sido el argumento de la sección anterior, podemos concluir que no era claramente Dios el Padre, sino Dios el Hijo ante quien Abraham intercedió por Sodoma y Gomorra. Fue Dios el Hijo con quien Jacob luchó, porque nos es dicho - "... luchó con Dios. Sí, luchó con el ángel y prevaleció ..." (Oseas 12:3-4 - Biblia de las Américas), cuando clamó, "... no te dejaré, si no me bendices" (Gén. 32:26). Era Dios el Hijo, cuya bendición imploró por sus nietos, cuando oró, "... el Dios que me mantiene desde que yo soy hasta este día, el Angel que me liberta de todo mal, bendiga a estos jóvenes..." (Gén. 48:15-16). En todos estos casos, ahí la oración es dirigida a Cristo.
Nuevamente, era Dios el Hijo, llamado el Angel de Jehová, a quien Moisés adoró en la zarza, era Dios el Hijo, quien se apareció como hombre delante de quien Josué se postró sobre su rostro y adoró. Era Dios el Hijo cuya gloria Gedeón temió, y a quien le edificó un altar el cual registra esa oración viva, Jehová-Shalom. Era Dios el Hijo, el ángel de Jehová, cuyo nombre era Admirable, quien ascendió en la nube de humo del sacrificio de Manoa. Era Dios el Hijo, porque "... sobre la figura del trono había una semejanza que parecía de hombre sentado sobre él ... Esta fue la visión de la semejanza de la gloria de Jehová. Y cuando yo la vi, me postré sobre mi rostro ..." (Ez. 1:26-28). Ezequiel se postró sobre su rostro. En todos estos casos, tenemos una adoración directa dada a Cristo.
Además, leemos expresamente en los Evangelios, que el Señor Jesús fue adorado una y otra vez y nunca encontramos que rehusara esta adoración. No puedo consentir por un momento que se renuncie a esta palabra "adoración" sobre la demanda de algunos escritores Unitarios, de que esto era solamente un saludo reverente, como era por costumbre ofrecido a aquellos en autoridad. Pero al mismo tiempo esta demanda requiere que investiguemos cuidadosa y honestamente los casos de su aparición. No niego que la palabra traducida adorar (proskuneo) es usada a menudo en los escritos clásicos para el saludo humilde y postrado. Pero permanece la gran pregunta, ¿cuál es su uso en el Nuevo Testamento? Confieso que no estaba preparado, cuando empecé mi investigación, porque tal prueba predominante es casi una aplicación universal al homenaje Divino. La palabra aparece sesenta veces, de las cuales arribe a este resultado, que hay veintidós casos en que es usada de la adoración ofrecida a Dios el Padre, o absolutamente a Dios; y cinco de adoración usada intransitivamente; quince casos (incluyendo dos casos excepcionales) de adoración a Jesucristo; diecisiete de adoración idólatra condenada; y dos de saludo permitido a los hombres. De estos dos últimos, además, en uno (Mat. 18:26), el rey a quien la adoración es dada es en su realeza un tipo de Dios; e inmediatamente después, cuando la historia representa una transacción semejante entre los compañeros, la palabra adoraba es cambiada por suplicaba. Nosotros, por tanto, virtualmente reducidos a un solo caso; y todo el Nuevo Testamento por nuestra guía, sería tan contranatural negar, que la adoración Divina es dada a Cristo, como si simplemente nos acusaran de ofrecer solamente un saludo humano a Dios, cuando confesamos adorarle en Su casa.
Por la proporción de los casos presento solamente una parte de la evidencia. Cuando este homenaje, descrito por la palabra (proskuneo) fue ofrecido a un hombre o un ángel, donde posiblemente pudo ser mal entendido, como por Cornelio a Pedro, o por Juan a su guía profético, la acción fue reprendida inmediatamente, y la adoración fue desviada inmediatamente de la criatura al Creador.
Ni esto es todo; no es solamente que Jesús fue adorado, sino que las devociones y peticiones, que acompañaban esa adoración, manifiestan Su verdadera Deidad. Tal dependencia humilde en su ayuda, como ayuda Divina, que si él no fuera Dios, de necesidad debía haber rectificado tan peligrosa aproximación a la idolatría. El leproso no solamente lo adoró, sino que le suplicó la ayuda sobrehumana: "Señor, si quieres, puedes limpiarme" (Mat. 8:2). El gobernante no solamente lo adoró, sino que le imploró su intervención Divina: "Mi hija acaba de morir; mas ven y pon tu mano sobre ella, y vivirá" (Mat. 9:18). Fue después que hubo manifestado su poder semejante al de Dios al calmar la tormenta, que los discípulos lo adoraron diciendo: "Verdaderamente eres Hijo de Dios" (Mat. 14:33; Juan 9:35-38). Demandó la implicada confianza del ciego, y aquí recibió su adoración. El amor natural se encontró en esa penetrante oración, cuando la mujer de Tiro lo adoró, diciendo: "¡Señor, socórreme!" (Mat. 15:25). Su poderosa resurrección retó y obligó a la adoración por parte de las Marías y los apóstoles (Mat. 28:9); y la gloria de la asunción garantizó el homenaje que ellos le ofrecieron en los Olivos.
Ni estamos limitados a la palabra adorar. Qué fue esto sino una oración llena de confianza, cuando los discípulos en la tormenta cumplieron la descripción del Salmista de los marineros agitados por la tempestad, quienes "...claman a Jehová en su angustia ..." (Sal. 107:28), cuando acuden a Jesús: "¡Señor, sálvanos, que perecemos!" (Mat. 8:25). Qué fue esto sino una oración, cuando los dos ciegos imploraron una bendición que ningún poder humano podía conferir, clamando: "¡Ten misericordia de nosotros, Hijo de David!" (Mat. 9:27). El lector fácilmente multiplicará los ejemplos de estas suplicas de los evangelios históricos.
Además, Jesucristo inculcó la oración para sí mismo. ¿Qué petición pudo abarcar un don más glorioso, que ese que persuadió a la mujer Samaritana a ofrecer? "Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber agua; tú le pedirías, y él te daría agua viva ... agua que salte para vida eterna" (Juan 4:10,14; Mat. 11:28). Nuevamente él invita a los cansados y fatigados para que reposen en él. ¿Cómo podemos llegar, sino por la oración? Por eso reconvino a los Judíos: "Y no queréis venir a mí para que tengáis vida" (Juan 5:40). ¿Cómo podían venir ellos sino por la confiada oración? Si, confianza en una vida, seguridad en un poder, dependencia en la sabiduría, más allá que en esa de nuestros compañeros y más allá de la nuestra propia - esto es el alma de la oración, esta es la esencia de la adoración. Pero esta confianza él la solicita para sí mismo. "No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí" (Juan 14:1). Usted admite el homenaje Divino al Padre, del canto angélico, "¡Gloria a Dios en las alturas ..." (Luc. 2:14). También debe admitir el tributo eucarístico rendido, aunque por labios humanos y humildes, cuando las multitudes clamaban: "¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!" (Mat. 21:9). Pero, cuando los escribas y principales sacerdotes estaban resentidos y disgustados, en lugar de reprenderlos por esta acción de gracias, les dijo: "Os digo que si éstos callaran, las piedras clamarían" (Lucas 19:40). "... ¿nunca leísteis: De la boca de los niños y de los que maman perfeccionaste la alabanza!" (Mat. 21:16).
Nuevamente, ¿qué fue el acto moribundo del proto-mártir Esteban, sino la más verdadera adoración del Hijo de Dios? Comprenda esa escena, se lo pido, Esteban, lleno del Espíritu Santo, miró con resolución al cielo y vio la gloria de Dios, y a Jesús a la diestra de Dios, y dijo: "He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que está a la diestra de Dios" (Hch. 7:56). Luego ellos dando grandes voces ... apedrearon a Esteban mientras invocaba y decía, Señor Jesús, recibe mi espíritu (v.58-59). "Y puesto de rodillas clamó a gran voz: Señor, no les tomes en cuenta este pecado. Y habiendo dicho esto, durmió" (v.60). El Espíritu Santo, quien inspiró la devota confianza de David - "En tu mano encomiendo mi espíritu; tú me has redimido, oh Jehová, Dios de verdad" (Sal. 31:5) - y quien había dictado la declaración de Salomón - "... y el espíritu vuelva a Dios que lo dio" (Ec. 12:7) - ahora, en la plenitud de Su gracia, incitó al mártir moribundo a orar no a Dios el Padre solo, ni al Padre por medio de Cristo, sino a orar a Cristo, adorándole con su último aliento como el mismo Dios y Dios eterno.
Una vez más, Pablo dirige su oración a Dios el Padre, y al Señor Jesucristo, sin consideración del orden de los nombres:
"Mas el mismo Dios y Padre nuestro, y nuestro Señor Jesucristo, dirija nuestro camino a vosotros" - 1 Tes. 3:11.
Aquí está una suplica directa y expresa, de manera que no necesitamos maravillarnos de que el suyo fuera el nombre distintivo de los Cristianos creyentes - "... con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo ..." (1 Cor. 1:2).
El testimonio de aquí, y generalmente traducido "invocar", es de lo más convincente, cuando es comparado con el uso de la Versión de los Setenta de la palabra; porque este es el término común para la invocación sagrada de Dios; tomemos un ejemplo de los muchos: "Cercano está Jehová a todos los que le invocan, a todos los que le invocan de veras" (Sal. 145:18). Este es empleado en el Nuevo Testamento para la oración a Dios el Padre: "Y si invocáis por Padre ..." (1 Ped. 1:17). Este describe tal adoración espiritual, que, si se ofreciera al Padre o al Hijo, la salvación está indisolublemente conectada con: "Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo" (Hch. 2:21). Y aún es, sin sombra de duda, aplicada a la invocación del Señor Jesús: "... todos los que invocan tu nombre", "... a los que invocan este nombre ..." (Hch. 9:14,21), y, (por el contexto nos obliga a interpretar las siguientes palabras de Cristo), "... pues el mismo que es Señor de todos, es rico para con todos los que le invocan ..." (Rom. 10:12-13).
Cuando con una mente imparcial usted lee: "... Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre" (Hch. 22:16), no cuestionara que la adoración Divina está determinada aquí. O cuando usted escucha el mandamiento práctico: "... sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que de corazón limpio invocan al Señor" (2 Tim. 2:22), ningún recelo incomodará su mente, que por esto se quiere decir a los verdaderos adoradores espirituales. Recurramos a la descripción citada arriba de los santos, "... a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro" (1 Cor. 1:2). ¿No es esto explícito? ¿No es esto adoración Divina? ¿No son estos adoradores espirituales? Usted debe admitirlo. Y TODOS LOS SANTOS EN TODO LUGAR de esta manera están adorando a Jesucristo. Considere esto, se lo pido.
Antes de continuar, examinemos la declaración de Pablo con respecto a su Señor crucificado - "Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y el dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre" (Fil. 2:9-11). Considere esta verdad como usted desee, clarifíquela como pueda, espiritualícela hasta el máximo, si Jesús era solamente hombre, prefigure la exaltación universal de una criatura. La persuasión poderosa del nombre de una criatura, traerá a todos el ser inteligente a sus pies, desde el más sublime arcángel hasta el santo más débil; el nombre de una criatura envanecería el curso de la adoración celestial, y estremecería los labios del penitente arrepentido; y la supremacía de una criatura eclipsaría el cielo, y la tierra y el infierno. ¿Podría esto servir a la gloria de Dios el Padre? De ningún modo. Ese nombre, que es por encima de todo nombre, es el de Cristo, con enfática propiedad, "Dios, nuestro Salvador".
La revelación final de la Escritura confirma esta verdad, más allá de la contradicción. Es la adoración Divina del Padre, cuando Pedro, habiendo orado al Dios de toda gracia para que perfeccione, afirme, fortalezca y establezca a su pueblo, cierra su solemne oración con una doxología igualmente solemne, "...A él sea la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén" (1 Ped. 5:10-11). Usted lo admite e invoca la "adoración al Dios infinito". Solamente sea consecuente. Juan, en Patmos, clama: "... Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea la gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén" (Ap. 1:5-6). Las palabras, tanto en Griego como en Español, son idénticas; la adoración es la misma; y los Seres adorados - el Dios de toda gracia, y el bendito Salvador - son Un Jehová indivisible.
Y cuando el velo es retirado en el templo celestial, le pregunto, ¿quién es la naturaleza de su adoración? ¡Que el Espíritu del Dios vivo, grave esta transparente evidencia en cada corazón desconfiado!
"Y cuando hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero; todos tenían arpas, y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos; y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tu fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación; y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra. Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono, y de los seres vivientes, y de los ancianos; y su número era millones de millones, que decían a gran voz: El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza. Y a todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos. Los cuatro seres vivientes decían: Amén; y los veinticuatro ancianos se postraron sobre sus rostros y adoraron al que vive por los siglos de los siglos" - (Ap. 5:8-14).
El testimonio está protegido en cada lado. Usted tiene primero, a los redimidos adorando solamente al Cordero. Los millones de ángeles adoran igualmente al Cordero. Luego, todo el universo, en adoración similar, bendice a ambos, al Padre eterno y al Cordero. Y, finalmente, hay el expresivo eco de alabanza solo al Padre eterno. Usted no puede decir que esta no es la adoración sublime, porque una vez siquiera es ofrecida al Eterno solo. Usted no puede decir que es ofrecida al Padre solo, porque al fin el Cordero está unido con el Padre. Usted no puede decir que esta es ofrecida al Padre solamente a través del Hijo, porque dos veces es ofrecida sólo al Cordero que fue inmolado. Este es el homenaje más grande que el cielo puede ofrecer. Los espíritus de los justos hechos perfectos no tienen un tributo más grande para dar. Los ángeles de la luz no pueden ofrecer una atribución más exhaustiva de su devoción. Ninguna visión que usted pudiera haber concebido, ningún lenguaje que pudiera haber empleado, podría autorizar más claramente nuestro rendir a Cristo nuestra adoración más alta y más profunda, nuestra confianza crédula, y la alabanza eterna.
Es posible que una pregunta mas aceche en algún corazón, ¿por qué se habla aquí de que el Padre es el único que está en el trono, y por qué el Cordero siendo Dios no es representado "en el trono de Dios?" Las palabras del Salmista se presentan de nuevo: "Jehová estableció en los cielos su trono..." - "... se sentó Dios sobre su santo trono" - "... te has sentado en el trono juzgando con justicia" (Sal. 103:19; 47:8; 9:4). Estos pasajes tienen su propio peso. El poseedor del trono celestial es Dios mismo. El ocupante del trono es el Altísimo. Que sea así. Luego, el último capítulo de la Revelación Divina provee la última prueba de la una e igual supremacía del Padre y el Hijo, porque allí, repetido con solemne énfasis, encontramos dos veces el trono del Eterno descrito, como EL TRONO DE DIOS Y DEL CORDERO (Ap. 22:1,3).
He espaciado el tamaño de esta porción de mi argumento, porque este es, de sí mismo, suficiente para esclarecer la pregunta y descansar para siempre, cuando recordamos que Jesucristo mismo, reuniendo el testimonio de la Escritura, dice: "... escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás" (Mat. 4:10). Pero hemos visto que la adoración y servicio más alto en la tierra, y en el cielo, es rendido al Hijo. Por tanto, él es el Señor nuestro Dios.
(4) Una vez más esta verdad es probada, por la unión del nombre del Señor Jesús con el de nuestro Padre celestial en oficios donde la asociación del Creador con su criatura, confundirían la distinción infinita entre Dios y el hombre.
Esta evidencia, aunque de algún carácter circunstancial e incidental, es de extraordinaria solemnidad por su uso en el Nuevo Testamento, peculiarmente conclusivo. La combinación del nombre del Altísimo con un empleado subordinado en la evidente capacidad de su siervo, es de fácil explicación; aunque aun esto es raro en las Escrituras; pero la conjunción del Dios infinito, con uno igualmente comprometido en manifiesta igualdad de rango, es completamente inexplicable para la hipótesis Unitaria. Los ejemplos muy rápidamente ilustrarán mi sentido:
"... id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo" (Mat. 28:18). ¿Es por un momento, concebible, que él que ve el fin desde el principio, y sabía que esté sería el dechado del bautismo Cristiano, consintiera que, en este acto tan solemne, el nombre de una criatura con un ser derivado se juntara con Su propio nombre, el cual solo es Jehová, el Padre increado?
"... el que me ama, será amado de mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él ... El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él" (Juan 14:21,23). El amor del Padre y el Hijo es representado como un privilegio igual, el acceso del Padre y del Hijo al alma del creyente obediente es un acceso común, y la morada del Padre y del Hijo es una habitación combinada. ¿Qué ser creado podría usar tal lenguaje? Esto certifica la declaración paralela de la carta de Juan, "... y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo" (1 Juan 1:3), pero nos obliga, al mismo tiempo, a confesar que Jesús, al decir que Dios era Su Padre, se hizo a sí mismo igual a Dios.
"Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado" (Juan 17:3). Compare este con - "Gracia y paz os sean multiplicadas, en el conocimiento de Dios y de nuestro Señor Jesús" (2 Ped. 1:2). ¿Si Jesucristo fuera solamente un profeta angélico o humano, revelando al Padre, es creíble que el profundo conocimiento del expositor lo pusiera al mismo nivel del conocimiento de Dios, como esencialmente igual para la vida del alma, e igualmente indispensable para el mantenimiento de esa vida?
Nuevamente, incluyo las Epístolas. Los prefacios son más sugerentes, ya sea que usted considere la embajada de los escritores, o la designación de la iglesia a la que se dirigió, o la bendición implorada.
En cuanto a la comisión por virtud de la cual ellos actuaban, usted encuentra casi todas las combinaciones empleadas:
"Pablo, siervo de Dios y apóstol de Jesucristo ..." (Tito 1:1).
"Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo" (Stg. 1:1).
"Pedro, apóstol de Jesucristo ..." (1 Ped. 1:1).
"Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo" (2 Ped. 1:1).
"Judas, siervo de Jesucristo ..." (Judas 1).
"Pablo, apóstol ... por Jesucristo y por Dios el Padre que lo resucitó de los muertos ..." (Gál. 1:1).
¿Si Cristo fuera solamente hombre, esta intercambiable variedad, no confundiría toda distinción reverente entre el Creador y la criatura? Aunque aquí la diferencia entre el más encumbrado monarca y su más bajo súbdito se sumerge en la nada, ¿puede usted imaginarse a un plenipotenciario terrenal enviado, ahora nombrándose a sí mismo "siervo del emperador y un embajador del canciller"; ahora "siervo del emperador y del canciller;" ahora "embajador del canciller"; ahora "siervo y embajador del canciller"; ahora "siervo del canciller"; ahora "embajador (enviado) por el canciller y el emperador"? ¿Quién no pensaría que la supremacía imperial estaba grandemente comprometida por este lenguaje? Y sin embargo, allí la distinción a ser observada es solamente entre dos hombres de igual naturaleza, aunque de rango desigual. Pero ninguna distinción es trazada en esta comisión celestial: ¿No es entonces igual la autoridad original?
La designación a las iglesias a quienes se dirigió, está también perfectamente sin trabas:
"A la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús..." (1 Cor. 1:2).
"... a los santos y fieles en Cristo Jesús que están en Efeso" (Efesios 1:1).
"... a la iglesia de los tesalonicenses en Dios Padre y en el Señor Jesucristo ..." (1 Tes. 1:1).
"... a la iglesia de los tesalonicenses en Dios nuestro Padre y en el Señor Jesucristo" (2 Tes. 1:1).
Es a estas dos últimas descripciones de la iglesia en Tesalónica que especialmente dirigiré su atención. ¿Fue entonces su estado espiritual igualmente indiscriminado consistente con el Padre y el Hijo? Entonces, para esa iglesia, el Padre y el Hijo eran igualmente la Roca de su salvación.
Y para completar la evidencia, la bendición implorada por el gran apóstol de los Gentiles es casi invariable en estas palabras: "Gracia y paz sean a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo" (1 Tes. 1:2; Comp. 2 Tes. 1:1).
¿Por qué esta mutua derivación de la bendición del Padre y el Hijo? Ciertamente, porque igualmente en el Padre y el Hijo tenemos vida eterna.
Podría también aducir las oraciones, donde, sin hacer caso de la prioridad de nombres, las bendiciones son imploradas de Dios el Padre, y del mismo Señor Jesucristo, como coiguales en su poder para conceder la petición urgida.
Pero me apresuro a esa maravillosa bendición que ha descendido, como el benévolo rocío del cielo, sobre la iglesia de Cristo por 20 siglos - "La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros. Amén" (2 Cor. 13:14).
Considere, se lo pido, en el bautismo y en esta fórmula de gracia, el significado por el cual contienden aquellos que insisten en la simple humanidad de Jesucristo. El primero, así expuesto por ellos, se desliza de esta manera:
"Bautizándolos en el nombre del Padre, y de un hombre exaltado, y de una cierta influencia del Padre".
La segunda sería interpretada de esta manera:
"La gracia de una criatura, y el amor del Creador, y la comunión de la energía creativa sean con todos vosotros. Amén".
Su razonamiento y conciencia de igual manera, rehusan creer que esta intrincada confusión entre Dios y el hombre, entre una persona y una abstracción, esté sancionada por la Escritura. Y luego, en 2 Cor. 13:14, ¿por qué este notable cambio del orden observado en Mat. 28:19, si no muestra que "en esta Trinidad, ninguno está antes o después del otro, ni es mayor o menor que el otro"? Estos dos versículos, examinados y orados, me parecen suficientes para resolver la controversia para siempre.
Pero si testimonio adicional es necesario, tenemos que todo lo creado en el cielo, y en la tierra, y debajo de la tierra, y como tal las que están en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, quienes claman sin descanso y sin pausa, y por tanto, sin la posibilidad de alguna distinción, son atraídas en su adoración - "... Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos" (Ap. 5:13).
O aun, si una prueba extraña que fuera posible, leemos de ciento cuarenta y cuatro mil, no solamente tocando sus arpas y cantando un cántico nuevo que ninguno podía aprender, siendo a sí mismos un sacrificio vivo, santo y agradable; - un sacrificio, ¿para quién? ¿para el Padre solamente? no, ellos son "... redimidos de entre los hombres como primicias para Dios y para el Cordero" (Ap. 14:4).
Y, finalmente de la gloria de la Jerusalén celestial, leemos: "Y no vi en ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero. La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera" (Ap. 21:22-23).
Y cuando al final damos una mirada al trono de la gloria divina, del cual fluye un río limpio resplandeciente como cristal por siempre, es llamado, como hemos visto, "... el trono de Dios y del Cordero" (Ap. 22:1,3).
¿Por qué (presiono la pregunta sobre su conciencia) esta gloria co-igual y cooperadora del Cordero con el Dios omnipotente? ¿Podría usted sustituir algún hombre creado o ángel por su Nombre excelente? Nunca. Porque solo el, en la unidad del Espíritu Santo, es uno con Dios, y es Dios. El Señor, de Su infinita misericordia, conceda que lo que yo escribo, y a aquellos que leen estas páginas, puedan estar con aquella multitud con palmas en las manos de los redimidos, que han lavado sus ropas y las han emblanquecido en la sangre de Jesús, y que claman a gran voz siempre: "La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero" (Ap. 7:10).
Y finalmente, 1 Juan 5:20 - "... y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna". "La circunstancia que, en mi mente, coloca la cuestión más allá de la disputa es, que la misma persona de la cual muy evidentemente se habla aquí, se habla como `el verdadero Dios y la VIDA ETERNA'. Debe ser concedido que un escritor es el mejor intérprete de su propia fraseología. Observe, entonces, la expresión que él usa en el principio de su Epístola. `Porque la vida fue manifiesta, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la VIDA ETERNA, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó' (1 Juan 1:2). Compare, entonces, los dos pasajes. ¿No es la conclusión de la Epístola una clara explicación de su principio?" - Wardlaw's Discourses, Pág. 59.
Quisiera pedirle que compare con esto, la confesión del profeta, "Mas Jehová es el Dios verdadero; él es el Dios vivo ..." (Jeremías 10:10). Y aquí tenemos otro argumento invencible de que Jesucristo es Jehová, el mismo Dios y el Dios eterno.
Por Jaime Restrepo